viernes, 8 de julio de 2011

El Tercer Vértice III. El Paladín (12 de 16)

Perdón por el retraso. Seguimos destripando la verdad absoluta que ningún libro de historia se atrevió a contar. Con este, dejamos el experimento a cuatro pasos del final. Bon Voyage.

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Un ejército en la sombra compuesto por soñadores, paladines, magos y alquimistas había conseguido adivinar parte de sus planes, y estaban dispuestos a desencadenar una guerra oculta a los ojos de la humanidad para evitar otra de mayor envergadura.

Dos de los demonios ya no podían dar un paso atrás, porque los números siempre sumaban y las fechas ya habían sido escritas. Pero el tercero vio cómo el cerco se cerraba, engulló su piedra y huyó de Suiza. Durante tres años viajó sin descanso, sabiéndose perseguido. El nacimiento de Pran-Pran tendría que esperar.

Conocía un truco. Debía recorrer un camino mágico para no ser descubierto, porque ante todo, la magia es una ilusión, una mentira. ¿Y qué mejor mentira que la alimentada por la fe? Ella convierte en sagrados los caminos que nunca lo fueron, y un camino sagrado es un camino mágico aunque nada de lo que se diga sobre él sea cierto.

Existía una senda interminable que recorría el sur de Europa como una red de venas palpitantes que fluían hacia un mismo punto, el lugar donde un ermitaño cristiano llamado Paio encontró el cadáver de un vecino suyo, allá por el 813. El cuerpo había sido decapitado y tenía la cabeza bajo el brazo, circunstancias que inmediatamente se aprovecharon para rebautizarlo. Era imposible que se tratara de un apóstol de Jesús llamado Santiago, que había muerto ocho siglos antes en Jerusalén. Pero en ese tiempo el ser humano no entendía de edades ni descomposiciones de cuerpos. No cuestionaba los milagros. Campo de Estrella, más tarde llamada Santiago de Compostela, creció alrededor de una catedral alzada sobre la tumba de aquel desconocido, y atrajo a las gentes con la magia de la fe, la ilusión y la mentira. Si el mundo creía que Santiago estaba allí, era porque estaba.

La rana no poseía una fisonomía apta para la risa, pero el espíritu que moraba dentro reía en silencio. Tenía la ruta marcada.

Huir a través del Camino de Santiago le supuso una protección arcana que sus adversarios no supieron romper. No fue descubierta en ninguna de las poblaciones francesas donde la fe ciega nutría la esencia mágica de aquella telaraña de senderos, y ya cuando cruzó los Pirineos se sintió totalmente fuera de peligro. Atravesó Navarra y Castilla, pero cuando llegó a Galicia notó la presencia de los druidas muertos, el aroma del embrujo celta, y se dio prisa. Se desvió del rumbo para no llegar a Finisterre, punto cardinal de un mapa que odiaba recordar, y sus pasos de anfibio la llevaron a un pueblo de pescadores y astilleros más norteño, llamado Ferrol.

La magia que solo algunas personas supieron intuir a lo largo de la historia —como Seutonio Paulino al pisar Inis Mona— se había desvanecido, y los despojos de su esencia caían con cada hoja que el otoño arrancara a los robles. Galicia dormía. Un grupo de meigas lloraba al pie de un menhir, pero sólo el bosque las escuchó. Los nuberus se alejaron hacia el mar cabalgando nubes de borrasca. La Costa de la Muerte fue azotada por olas enfurecidas, invadiendo las rías como si el mar quisiera declarar la guerra a la tierra, salpicando rincones donde nunca antes había llegado la sal. Los pescadores no salieron a faenar, preocupados únicamente por sus barcos. No se pararon a pensar qué razones podía tener el océano para entrar en cólera de esa manera.

Algo más al sur cayó el único lobo albino que aullaba a las lunas del Bierzo leonés, líder de una manada que jamás cruzó la mirada con hombre alguno. El corazón se le había parado. Los buitres bajaron del cielo para despedazar su cuerpo antes incluso de que empezara a enfriarse.

Francisco Franco nació en Ferrol en Diciembre de 1892. Le pusieron más nombres para desorientar a sus perseguidores —Paulino, Teódulo, Bahamonde— pero eran variantes sin importancia cósmica, carecían de poder e influencia.

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2 comentarios:

  1. Bueno, se va despejando, efectivamente.

    Una cosa, no hay ningún problema con "como Seutonio Paulino al pisar Inis Mona", ¿verdad?

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  2. Hola dafd, gracias por seguir al tanto del relato. Releida la frase, no le veo ningún problema, aunque pasa como con todas: cuánto más la repites, más ganas te da de cambiarla. Me alegra tener un sediciano incondicional. Un saludo.

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