Como ya advertí en la anterior entrada, voy a hacer más amenos los meses de gestación del Tablero de Yidana olvidándome de los dolores del parto y poniendo la atención en uno de sus hermanos pequeños. Las musas no saben dormir, ni me dejan dormir a mí. Os presento el primer extracto de un relato inclasificable que escribí cuando más quemado estaba con el mundo que me rodeaba. Nadie debería escribir en ese estado. Las consecuencias son las que podéis leer en los siguientes dieciséis microcapítulos que iré colgando aquí. Espero no ofender a nadie. Sólo son palabras. Si a alguien le puede interesar seguirlos, agradeceré cualquier tipo de comentarios. Un abrazo a todos.
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I
EL SOÑADOR
(1129-1187)
16-12: El sexto ángel derramó su copa sobre el gran río Éufrates; y el agua de éste se secó, para que estuviese preparado el camino a los reyes del oriente.
16-13: Y vi salir de la boca del dragón, y de la boca de la bestia, y de la boca del falso profeta, tres espíritus inmundos a manera de ranas;
16-14: pues son espíritus de demonios, que hacen señales y van a los reyes de la tierra en todo el mundo, para reunirlos a la batalla de aquel gran día del Dios Todopoderoso.
16-15: He aquí, yo vengo como ladrón. Bienaventurado el que vela y guarda sus ropas, para que no ande desnudo y vean su vergüenza.
16-16: Y los reunió en el lugar que en hebreo se llama Armagedón.
Apocalipsis 16. Las copas de ira.
El soñador volvió a hundir los ojos en aquellas oraciones, a la caza de respuestas. Durante sus escasos veinte años, se había cruzado con otros hombres que también presumían del don de la videncia, pero cualquiera de ellos habría enloquecido ante la marea de información que corría por su cerebro siempre que dormía. Los soñadores eran distintos, de mente compleja y hermética, con un ego sepultado bajo varias capas de prudencia. Eran guerreros oníricos, fieles a una causa que pocos comprendían aunque muchos aseguraran luchar por ella. Eran sombras que se arrastraban entre más sombras, siempre en beneficio de la luz.
El soñador dedicó su vida a autodescifrarse. Fueron años de búsqueda, de insomnio en bibliotecas anónimas que solo mostraban sus secretos a puerta cerrada y bajo la luz de una vela. Leer lo que se ocultaba en ellas significaba a menudo la pena de muerte.
Los párrafos que estudiaba ahora se reflejaban una y otra vez en su retina. Se trataba de los más proféticos de entre todos los que había diseminados por los Evangelios, aunque para muchos seguían siendo tan imposibles de interpretar como los propios sueños. Eslabones sueltos de una cadena deshecha. Eran de los pocos que la Iglesia Católica llevaba siglos copiando sin apenas transmutar. La Iglesia quemadora de libros no se molestó en desvirtuar los sueños de Juan el Apóstol porque no creyó que los originales pusieran en peligro su poder. Casi ningún libro de la Biblia podía presumir de lo mismo. Ni una sola página del Tercer Testamento había escapado a las llamas.
El soñador releyó el decimosexto versículo del decimosexto capítulo, como intentando atraer la verdad mediante un pulso que se libraba con la mirada. Pero despierto sólo era un hombre vulgar, y cuando dormía, sus sueños lo llevaban a otros lugares, mostrándole únicamente resquicios de respuestas, siluetas en un sendero que nunca lograba vislumbrar del todo. Comprendió cómo tuvo que sentirse Juan, más tarde canonizado para que obispos y cardenales usaran sus escritos en provecho de la fe. Juan también fue soñador antes de convertirse en predicador asceta, y el hecho de que naciera en tierras hebreas justificaba que siempre hablara en nombre de Yahvé para cautivar a las gentes. A la sombra de Cristo, sólo pasó a la historia como su Discípulo Amado. Ningún soñador posterior entendió jamás cómo aquel otro individuo llamado Jesús de Nazaret había conseguido arrebatarle todo el protagonismo.
El versículo 16 tenía el poder de la palabra, porque estaba clavado con letras tenaces en un capítulo de igual número. Y cuando una cifra se repetía, el influjo era doble. 16-16: La señal era incuestionable.
«Y los reunió en el lugar que en hebreo se llama Armagedón.»
Por mucho que el soñador estudió cada pasaje de la Biblia no encontró la palabra clave más que en esa frase. El nombre de Armagedón sólo aparecía una vez.
Una vez. Número Uno.
Ya había rastreado al dragón, a la bestia y al falso profeta. Sabía dónde y cuándo abrirían sus bocas. Solo restaba esperar el momento en que tres espíritus con forma de rana surgieran de ellas.
El río Éufrates aún no se había secado, pero ya desde los tiempos de la arcaica Babilonia sus orillas habían empezado a convertirse en desiertos. Los jardines colgantes de Nabucodonosor eran polvo sobre el polvo de los jardines del Edén. La hora se acercaba.
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Hola,
ResponderEliminarDecías que lo habías escrito en un estadio de "estoy quemado", lo que implica irracionalidad. No me ha parecido muy irracional. De hecho me ha gustado, me ha picado la curiosidad. Y, creo, la escritura es muy pulcra.
"Eslabones sueltos de una cadena deshecha." Esta frase es muy buena y acepta un montón de interpretaciones.
Saludos.
Bueno, no quería decir que cuando escribí el relato estuviera para que me colocaran una camisa de fuerza, pero habrá quien lo considere ofensivo al final. Ya me dirás tu impresión general si sigues las entrads. Enlazo Antigua Vamurta. Saludos.
ResponderEliminarPues yo sí creo que el relato empieza con cierta vocación de "rarito". Mezclando pinceladas contradictorias, bebiendo de fuentes contrapuestas en inicio, de momento de manera un tanto inconexa. Espero que te guste la dialéctica, porque me tomo tus declaraciones iniciales al pie de la letra y, aunque evidentemente no voy a lapidarte a insultos (¡sólo faltaría!), sí que pienso dar caña y caldear el ambiente ;)
ResponderEliminarPor comentar algo concreto, yo no sé si describiría como "hermética" una mente capaz de abrirse a otras realidades y tener visiones. Vamos a por el siguiente fragmento.
La coherencia, si nace de la incoherencia, tiene mejor sabor al final, Mo. Hay una remezcla de datos históricos a lo largo del 3ºV. que ni el mejor DJ. Y la mente de los soñadores sí es hermética, porque son reacios a abrirla al mundo y contar a la gente lo que ven.
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarAquí Luckas leyendo... Siempre me ha gustado eso de Jesucristo como personaje secundario de la Historia, pero nunca había visto por encima a uno de los apostoles... Normalmente se coloca a Juan el Bautista como el puto amo, o así creo que es en la religión de los cátaros y esas cosas... (Javier Sierra en "La cena secreta", libro "mu comersiás"). Si como veo, Juan el apostol es el autor del Apocalipsis, el libro más profético de la Biblia, el relato promete... Aunque entiendo que esto es solo el marco de la historia, y de esos "soñadores"... Sigo al quite.
ResponderEliminarLuck, qué honorazo tener a la P.A. leyendo mis locuras. Pero ya te puedes ir dando prisa si quieres seguir el ralato, que vas por el primero y ya van cinco colgados. Y el examen será sorpresa.
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